Champagnat: cartas, poemas y más...
Carta de Champagnat
martes, 28 de octubre de 2025
domingo, 12 de octubre de 2025
domingo, 12 de enero de 2025
CHRIS MANION, POEMAS
Dos poemas del hermano Chris Manion y una Elegía de Rilke copiada por él
En 1994, se publicó al poco de la muerte del hermano Chris Manion, un folleto recogiendo algunos de sus escritos, entre ellos algunos poemas, en inglés, sin traducción. Me permito versionar un par de ellos, con una breve introducción.
Castillo de Bailieborough
En 1915 el Castillo de Bailieborough, en Irlanda, pasó a ser Monasterio de los Hermanos Maristas, donde permanecieron hasta 1936. En el cementerio del lugar yacen siete de estos hermanos. El hermano Chris Manion, que se formó primero y fue formador más tarde en la cercana ciudad de Dublin (entre 1985-1990), recoge la memoria de su visita al lugar.
Húmedo peregrinaje a Bailieborough,
expiación sombría al castillo en ruinas,
sobresalto de John despertando recuerdos,
pensamientos rodeados por fragmentos musgosos
y los muros de una capilla derruida.
Siete Champagnat yaciendo eternamente
en la veta de la piedra arenosa de la fraternidad.
Cruces maristas de metal,
guardando huesos, polvo y serena santidad,
destilando en el bosque Cavan,
todo mística y misterio.
Mi deseo por largos años sucesivos:
yacer en una tierra semejante,
esta del joven Dermot
o el veteranísimo Hermano William.
Su entrega marista y mi gratitud,
como regalo de Dios.
Llamada telefónica
Desde Roma, el año de su muerte (1994), escribe este poema que aplica a la situación de los hermanos en Ruanda, y también, a algunas de nuestras situaciones vitales. Chris había copiado en otro lugar la Novena Elegía de Rilke, con aquello:
Ay,
¿qué se lleva uno más allá? No la mirada, la aquí
lentamente aprendida, ni nada de lo que ocurrió aquí.
Ninguna cosa. Entonces, los dolores. Entonces sobre todo
la pesadumbre, entonces la larga experiencia del amor;
entonces lo puramente indecible.
Y este es el poema
de Chris:
Enrejados
cercados
rodeados.
Los días pasan
en dolor mayor.
Quedan tan solo
la muda tristeza
y el sufriente amor.
Novena Elegía
de Rilke
¿Por qué, si es posible llevar el plazo de la existencia como un laurel,
un poco más verde que todo lo otro verde,
con pequeñas ondulaciones en la orilla de cada hoja (como una sonrisa del viento):
por qué, entonces, tener que ser humanos
y, evitando el destino, anhelar destino?
Oh, no porque haya felicidad,
esa prematura ganancia de una pérdida cercana.
No por curiosidad, ni como ejercicio del corazón,
que también pudiera estar en el laurel.
Sino porque es mucho estar aquí,
y porque al parecer nos necesita todo lo de aquí.
Lo fugaz, de manera extraña nos concierne.
A nosotros, los más fugaces.
Todo una vez, sólo una. Una vez y nada más.
Y nosotros también una vez. Nunca otra.
Pero este haber sido una vez, aunque sea una sola:
haber sido terrenal, no parece revocable.
Y así nos urgimos y queremos llevarlo a cabo,
queremos contenerlo en nuestras simples manos,
en nuestra mirada cada vez más colmada y en el corazón atónito.
Queremos llegar a serlo. ¿Dárselo a quién?
Mejor consérvalo todo para siempre.
Ah, por otro lado, ay, ¿qué se lleva uno más allá?
No la mirada, la aquí lentamente aprendida,
ni nada de lo que ocurrió aquí. Ninguna cosa.
Entonces, los dolores. Entonces, sobre todo la pesadumbre;
Entonces, la larga experiencia del amor; entonces, lo puramente indecible.
Pero luego, bajo las estrellas, ¿qué ha de ser de eso?
Ellas son aún más inefables.
Pues bajando por la falda de la montaña,
el caminante tampoco trae al valle un puñado de tierra, inefable para todos,
sino una palabra ganada, pura: la genciana amarilla y azul.
¿Acaso estamos aquí para decir:
casa, puente, fuente, puerta, jarra, árbol frutal, ventana;
o a lo más: columna, torre?
Más bien para decir: compréndelo.
Oh, para decirlo así,
como íntimamente las cosas mismas nunca creyeron serlo.
¿No es la secreta astucia de esta callada tierra,
la que impulsa a los amantes a que, en su sentimiento,
todas y cada una de las cosas se arroben?
Umbral:
¿qué es para dos amantes,
gastar su propio, viejo umbral de la puerta, un poco, también ellos,
después de los muchos que los precedieron y antes de los venideros?
Poca cosa.
viernes, 8 de noviembre de 2024
MARCELINO GANZARAÍN. EN SU MEMORIA
“El Hermano Marcelino destacó como maestro, acompañante espiritual y
visionario de la vida religiosa. Fue un líder nato; su carácter jovial y
fraterno le permitió desempeñar múltiples misiones al servicio de la Provincia
y del Instituto marista”. Así lo expresa la página del Instituto marista en
breve su nota necrológica (https://champagnat.org/es/fallecio-el-h-marcelino-ganzarain-consejero-general-de-1985-a-2001/).
Maestro, acompañante espiritual y visionario, ¡doy fe de
ello! Por ahí transitan mis primeros recuerdos. Conviví con él apenas un año (1979-1980);
era entonces nuestro Maestro de novicios en Venta de Baños (Palencia). Intuyo
que entendió que ser “maestro” lo debía ser en la mejor tradición de los
maestros espirituales. Éramos un grupo de novicios con mayoría de españoles,
rondando los 17 a 19 años, y cuatro latinoamericanos, algo mayores en edad.
Nos enseñó la oración pausada, asimilada interiormente,
en contraste con nuestra costumbre de recitar salmos y rezos a toda prisa.
Aprendimos a compartir el eco breve de los salmos en comunión de espíritus.
Recuerdo aquel eco en su propia boca, destilando experiencia pascual: “en su
camino beberá del torrente, por eso levantará la cabeza”. La meditación
bíblica, por el camino de la profundización en los textos y el acercamiento a
Jesús fue otro de sus fuertes. La formación litúrgica del caso, más centrada en
la comprensión espiritual de los textos (salmos, himnos, antífonas…), y sus
tiempos (adviento, cuaresma), que en los formalismos rituales.
Marcelino fue maestro, formador y visionario. Las claves teológicas
que estimó pertinentes para nuestro formación posvaticana actualizada fueron:
Jesús, María, la Biblia. Leímos bajo su orientación una cristología reciente La
humanidad nueva, de González Faus, que recogía lo mejor de la cristología
europea de la época, y buscó un profesor de biblia destacado. Asistimos a
charlas de actualización en teología de la vida religiosa, que dictaban en la
ciudad los padres claretianos, con perspectivas muy novedosas, releyendo a la
luz del Vaticano II y los nuevos tiempos las dimensiones de consagración,
misión, votos, y otros diversos asuntos teológicos que en esos años de apertura
(en la Iglesia y en el contexto político español) se habían puesto sobre el
tapete. Marcelino acompañaba personalmente nuestros procesos que en buena medida
chocaban con lo recibido en los años anteriores de formación de seminario. En
moral sexual, nos acompañó con algunas lecturas del teólogo moralista Marciano
Vidal, promoviendo la liberación de nuestras conciencias, encorsetadas en los
anaqueles de los pecados veniales y mortales, apuntando a la llamada “moral de
actitudes”. La
alternativa cristiana,
1978, de José María Castillo, era libro que andaba por allí , entre nosotros, en
el debate sobre un nuevo modo de ser Iglesia; como aquel otro de Boff: Eclesiogénesis:
las Comunidades de Base reinventan la iglesia, 1977, en el que —en un
apéndice— se debatía sobre el sacerdocio de las mujeres, antes de que Juan
Pablo II vetara el asunto. En fin, procesos
todos de cambio que se venían dando en la iglesia, y en los que Marcelino supo introducirnos,
con gran libertad. En biblia, estábamos pasando de una interpretación
fundamentalista y literal, a una exégesis crítica de los textos. Así pues,
Marcelino nos hacían rondar autores que más tarde, algunos de ellos, serían vistos
con recelo y sometidos a inspección, pero aún no. Estábamos en tiempos de
debate y discernimiento eclesial, y los novicios con gusto nos abríamos a ello.
Pero no todo era leer. Que no faltaba el tiempo para
recoger las remolachas o la alfalfa de la finca, o para ayudar al parto de las
vacas, si era necesario. Marcelino participaba en nuestros juegos de básquet,
en los que destacaba por su habilidad. Junto a los tres hermanos salvadoreños,
se equilibraba un poco la afición clásica de los españoles hacia el
fútbol, y se formaban unos entretenidos
partidos, con buenas jugadas y hasta alguna bronca, como se estila en todo
deporte de competencia.
Maestro tocado por los pobres. Desde la raíz
cristológicas supo dirigir nuestras miradas hacia los pobres. Eran parte de lo
que Faus denominaba en su cristología “las pretensiones de Jesús”. Modelos de
vida, como Francisco de Asís, apuntaban en esta misma dirección. Me tocó
presentar la vida de este santo para otros muchachos más jóvenes (del juniorado
de Miranda) en una convivencia, y para ello me indicó la lectura de cierto
libro (El hermano de Asís, Larrañaga, 1979). Tras la exposición
realizada lo recuerdo con su palabra de ánimo, sacudiendo mis inseguridades.
Con ocasión de alguna celebración festiva recuerdo su emotiva recitación del
poema Los Motivos del Lobo, de Rubén Darío, con un nuevo señalamiento
hacia Francisco. Jesús el galileo, Francisco
de Asís, Casaldáliga, y luego Romero, serían algunas de las pistas a seguir que
se nos ofrecían…
En los diálogos personales aprovechaba la ocasión para
sugerirnos lecturas. Recuerdo dos de sus libros recomendados. El primero de
ellos, viendo mi inquietud por la realidad latinoamericana y nuestra misión
marista allí, fue Diálogos
en Mato Grosso con Pedro Casaldáliga (Tierra dos tercios, 1978). Texto de
Teófilo Cabestrero que agradecí, pues abrió mis perspectivas en esas claves de
inculturación del evangelio y proximidad con los pobres.
Otro
libro era más antiguo: Ser cristiano, ¡esa gran osadía!, de Carlos
Bliekast. Me hizo bien leerlo, y hasta lo descubrí después por el año 2000 en
otra biblioteca y me permití releerlo. Un buen libro lleno de poesía y
espiritualidad comprometida, anclada en la propia realidad, escrito ¡antes del
concilio! Aprendí a no desechar la historia, a descubrir las búsquedas en el
pasado.
Maestro en la comunidad eclesial. Si nos motivaba a abrir
nuestros espíritus y mentes a los nuevos tiempos eclesiales, lo hacía
reforzando los vínculos con la iglesia toda. De modo que, paralelamente, nos
invitaba a participar en un grupo carismático de oración en Palencia, o con los
Cursillos de Cristiandad y sus Ultrellas.
Cuando la hora del laicado aún no había sonado con fuerza, nos relacionaba
estrechamente con el matrimonio vecino de Agustín y Lola. Si alguien dentro del
noviciado sugería, se abría a las propuestas. Control mental Silva —literatura
que yo miraba con recelo— se introdujo como taller de libre participación a
solicitud de un novicio. En ese paraguas de propuestas nos fue orientando para
decidir nuestra vía interior con libertad. La tarea apostólica en la escuela
local o la visita a algunos ancianitos de religiosas, completaban nuestros
vínculos eclesiales y nuestros primeros pinitos en la misión marista.
Maestro pastoral. Dada nuestra juventud, introdujo la
práctica de las dinámicas de grupos para nuestro crecimiento, impulsó la
realización del proyecto comunitario, y favoreció el intercambio con un grupo
juvenil local. Marcelino era amante del buen cine, así que ocasionalmente
proponía películas para ver o bien, durante alguna tarde de acompañamiento
personal, llevada al cine a algún novicio. Recuerdo haber visto entonces Kramer
vs Kramer, y en televisión su propuesta de Un mundo feliz, basada en
el libro de Huxley. Siempre películas para el comentario y la reflexión posterior.
Me sorprendió un detalle de su plan formativo, que en mi
estructura de pensamiento me resultaba divertido, pero que no era ni es común
en los noviciados. Se trata de sus clases de lógica clásica, con los diagramas de grupos y la mnemotecnia
de los casos: BÁRBARA, CELAREN, DARÍI, CERIO… Buenos ejercicios de raciocinio.
Lo marista. Marcelino había participado en el XVII Capítulo
General de 1976 y compartía la experiencia vivida, con verdadero entusiasmo que
sabía transmitir. Con unas Constituciones “ad experimentum”, el Concilio
Vaticano II de fondo, y la Conferencia de obispos de Puebla en desarrollo, la
vuelta a los orígenes maristas y su relectura desde los nuevos tiempos era de
esperarse. Marcelino compartió su experiencia y trasmitió su pasión por los
procesos que se iban viviendo en el instituto, especialmente al estudiar los
significativos documentos producidos por el capítulo Hermanos Maristas hoy;
y Pobreza y justicia; documentos en gran medida vigentes, si bien bastante
olvidados.
Un solo año cambió mi vida. Hoy no sería el que soy sin
el paso de Marcelino por ella, en ese contexto epocal. Estaba en un tiempo de
tomarme en serio las cosas, y no dejé pasar su influjo.
Su “carácter jovial y fraterno” al que se refiere la
página del instituto que cito al comienzo, lo detallo en algunas anécdotas. Marcelino
evitaba la tensión con los hermanos mayores. Recuerdo una confusión por un
aviso en la capilla acerca del felpudo que un hermano mayor cuestionó. Ni
siquiera tengo en mente el asunto preciso de que se trataba. Tan solo recuerdo que
un novicio avispado escribió un artículo, divertido e irónico, dejando en claro
la intención del aviso, pero malponiendo al hermano mayor. Marcelino evitó la
publicación del texto. Ahí actuó la censura, en pro de la fraternidad.
Marcelino distinguía bien los tiempos; profundidad en su
reflexión, alegría y juego en los momentos de distensión. También sabía reírse
de sí mismo. La alegría: no sé exactamente por qué ni con qué pretexto, como
dice el poeta, pero asocio la risa de Marcelino con la de Javier Espinosa
(Javi, mi otro maestro de novicios). En eso del reír eran tal para cual, y si
estaban juntos pues qué te cuento.
Los novicios lo despedimos tras ser nombrarlo Provincial
y le entregamos un librito con mensajes personales. Solo le escribí “Gracias”
en el centro de la hoja que a mí correspondía. Él mantuvo la iniciativa de
contactarnos al menos una vez al año, en Navidad. Recuerdo su primera tarjeta,
dirigida al Tomás incrédulo que era y sigo siendo, enviando “un abrazo que
traspasara el océano”, y preguntándome —como en el evangelio— si era capaz de
creer en ello.
Ese es el Marcelino que recibí, el Marcelino que ofrezco
ahora. Consciente de haber compartido poco personalmente con él en mi vida
adulta, no dejo de valorar y agradecer su paso por mi vida. Memoria desdibujada
por el tiempo. Recuerdos entremezclados con la propia vida y los deseos. Es lo
que tengo. Marcelino tal vez hecho mito, en buena medida. Cariño inmenso a lo
que fue. Distancia que aún dudo sea capaz de sortear.
Pocas veces más lo vi. Lo admiré a distancia. Desde mi
aprecio valoré su presencia en el Consejo General los años que estuvo. Leí con
atención su texto en el Suplemento de la circular Espiritualidad
apostólica marista (1993): “En especial los más desatendidos”; y animó mi
camino. Charles y luego Benito: otra época, otras dinámicas en el Instituto. Marcelino
ahí. Leí con atención y comulgué. Seguí trazando mi ruta.
Su preocupación por la formación, las vocaciones y el
futuro era visibles. Era bueno mostrando gráficas con estadísticas y
proyecciones, con las que alertaba apuntando al camino de la llamada
“refundación”, en los años en los que Benito fue Superior General.
En cierta ocasión me llegó un texto suyo sobre “la
oración duélica” o algo así; el camino espiritual como combate. El texto partía
de la etimología de la palabra “agonía” que hace referencia a esta “lucha, combate,
duelo”. Viene a mi mente la lucha de Jacob con el ángel. Recibí el texto como
una confesión del propio Marcelino y su camino espiritual.
Pocas conversaciones personales más tuve con él. Alguna
vez nos vimos en su rápido paso por Venezuela. Tal vez en la última ocasión
apareció un sutil juicio sobre la situación política del país, pero su tacto en
esto me pareció inmenso. Durante el noviciado, ni una sola vez recuerdo que
haya hablado de la salida de los hermanos de Cuba. Así que, en estos tiempos de
polarizaciones, solo asomó tímidas palabras, auscultaciones diagnósticas. No
entramos en debate con él sobre nuestra realidad. Intuyo una percepción marcada
por las complejidades vividas en Centroamérica. Preferí —preferimos— mantenernos
en ese mutuo silencio que otorga el aprecio respetuoso y comprensivo de las
diferencias.
Se nos fue, tras un vida colmada. Doy inmensas gracias a
Dios por su vida. Acepto, comulgo, aún dudo. Pido a Dios: ¡aumenta mi fe!
miércoles, 3 de febrero de 2021
¡COMPAÑERO DEL ALMA, COMPAÑERO!
Llorar dentro de un pozo,
en la misma raíz desconsolada
del agua, del sollozo,
del corazón quisiera:
donde nadie me viera
la voz ni la mirada,
ni restos de mis lágrimas me viera.
MH – Vientos del pueblo
Hoy, primero de febrero de 2021, amanecemos con una noticia que nunca hubiéramos querido escuchar. El aviso de anoche, que había sufrido una crisis respiratoria y que habían tenido que asistir la respiración de Javi con máquina, nos dejó con esa mala sensación de que lo peor podía ocurrir.
A las 4.30 de la madrugada falleció Javi, nos escribió Ángel, su hermano de comunidad, escuetamente, con la brevedad del dolor inefable.
Las emociones se agolpan. Pensamos en tanta gente que nos une a él, y en todo lo vivido a su lado. En los difíciles momentos pasados juntos, y en las alegrías compartidas. En su fe probaba, en sus riesgos asumidos, en su entrega personal, en su alegría….
Evocamos a su familia de España, con la que ha estado tan unido, y con la que juntos han pasado por difíciles momentos, como el accidente del propio Javi, en el 95, cuya larga recuperación fue acompañada muy de cerca por su madre, que vino hasta Venezuela con ese fin; o la situación de accidentes y enfermedad de su padre Ladislao, dolores largos que en este caso pudo acompañar Javi, viajando a España.
Varios hermanos pudimos compartir con sus padres, desde la primera vez que vinieron a conocer estas tierras por donde andaba el hijo. Varias veces más nos encontramos, incluso en nuestros respectivos pueblos, con ocasión de alguna visita de familia. Las comidas festivas compartidas, como se acostumbra en la tradición española, nos unieron un poco más.
La memoria de Javi perdurará entre nosotros. Es memoria de vida.
Mi primer recuerdo que acojo es el de un campamento-misión con una “carabela de Remar” (grupo de jóvenes) en Paraguaná. Es el recuerdo del Javi joven, entregado a los jóvenes, malentendido y cuestionado. ¡Cuántas veces hubo de confrontar maneras de ver la vida y la misión marista y cuántas veces hubo de sentirse vulnerable! No por eso cambio su carácter jovial y afable.
El Caracazo de 1989 lo sorprendió como estudiante de filosofía, en Caracas. Su acercamiento a los sucesos de entonces y la dura experiencia de acompañamiento, desde la vida religiosa solidaria y organizada, a los familiares de la fosa común de La Peste, lo hizo más sensible al sufrimiento de los pobres. Su presencia misionera en Petare, aprendiendo la vida de las comunidades eclesiales de finales del 80, durante el Escolasticado, dejó honda huella en él.
De estos tiempos de juventud recuerdo su inquietud por ver consolidarse una Revista marista de Venezuela. Como presentación para la recopilación de un trienio de camino, escribió:
Muchas han sido las fatigas y los inconvenientes que se han tenido que sufrir y superar para que tengan en su mano esta pequeña historia de tres años (1992-1995) de nuestra Provincia. No está todo lo que ha sido el acontecer de nuestra vida -ni mucho menos-, pero puede ser valioso el tener este documento para recordar, reflexionar y ver el futuro con nuevos ojos. El pasado es bueno recordarlo, no para regocijarnos en él, si ha sido exitoso, o para hundirnos en él, si ha sido frustrante, sino para aprender, tanto de lo bueno como de lo malo, y reorientar nuestro actuar, afinando y autentificando, cada día, nuestra respuesta a Dios y a los hombres.
Todos "esperan" mucho de nosotros, pero... ¿cuánto esperamos de Dios y de nosotros mismos? Y es que la ESPERANZA es lo que marca el hoy y vislumbra el futuro en el horizonte. Hermanos, pues, sigamos la obra de Dios con esperanza y alegría, el tiempo dará su razón.
Siempre por delante, su mirada creyente y esperanzada….
Destaco un texto sencillo que escribió para esta revista, después de realizar el Curso Interprovincial de Renovación marista, en agosto de 1993 - México, D.F.-, sobre catequesis escolar. Lo escojo porque refleja muy bien lo que él siempre fue: hombre apasionado, entregado, alegre y auténtico. Así nos propuso la vida a los demás: ni más ni menos que como él intento vivir.Sólo decirles que tenemos una gran responsabilidad en nuestras manos y que la vida marista en Venezuela crecerá en la medida en que crezca nuestra entrega, alegría y autenticidad. Es posible ser Hermano Marista en Venezuela si nosotros así lo creemos y vivimos. Abandonémonos en las manos de nuestra Buena Madre que Ella hará todo lo demás. Su hermano en Jesús, María y Champagnat. Hno. Fco. Javier Pérez París
Es verdad que a lo largo de la vida nos vamos transformado, en medio de circunstancias y procesos personales, pero leo estas palabras de Javi, y descubro algo de lo que él no cambio: lo que lo hizo el Javi que siempre conocimos y con el que compartimos a lo largo de estos treinta y tres años en Venezuela. Su vida ha sido paso de Dios: pasión, entrega, alegría y autenticidad.
Igual entusiasmo que con la revista referida, mostró para el impuso inicial del grupo infantil Amigos en Marcha; o en el impulso a la comunidad de Tucupita, cuando allí fue destinado.
Años especiales compartidos con Javi fueron aquellos de Machiques 1992-1996. Su ilusión y entrega a los excluidos lo llevaron a acercarse a los indígenas yuckpas de la Sierra de Perijá, con los estudiantes de quinto año del colegio, y con los jóvenes de Remar. Fueron años de intensa misión, y de cercanía vital con los jóvenes, descubriéndose un buen acompañante de jóvenes e impulsor de la pastoral vocacional, en cuyo trabajo de primera línea lo sorprendió el accidente en el que casi deja la vida, y del que salió fortalecido para nuevas luchas. Entonces pudo acompañarlo el hermano Patxi, fraternalmente, durante su primer mes de recuperación en el hospital Barquisimeto, con la asistencia de los Hermanos de Lasalle, que tenían presencia educativa en esta ciudad.
La pastoral vocacional fue un eje en torno al que giraron sus años posteriores de vida marista. En Santa Catalina, Tucupita, Maracaibo o Machiques, la entrega a los jóvenes y su cercanía a ellos le permitieron generar en torno a él, grupos de jóvenes inquietos por la vida marista.
He pensado en él como un buen sembrador, un pastor, un capitán de barco…. En este soneto me atrevo a caracterizarlo:
Sembrador de viveros y esperanzas
¿quién cuidará la planta amanecida
con tu ánimo jovial, pleno de vida?
¿quién podrá librarla de acechanzas?
¿Quién romperá a su favor las lanzas?
Pobre plantita tierna, entristecida,
Sin agua al pie, marchita, decaída,
¿podrá aguantar trasplantes y mudanzas?
Nos dejas cual pastor con su cayado,
rendido bajo aquel viejo samán.
Va quedando el rebaño dispersado.
¡Míranos! Olas vienen, olas van.
Tronando por verte despertado,
clamo: ¡Oh, capitán! ¡Mi Capitán!
Javi fue un buen acompañante. Necesitamos muchos como él, y más cuando la vida se pone difícil.
Su gusto y dones para la informática y las nuevas tecnologías de comunicación e información lo convirtieron en un apoyo seguro para muchos hermanos y estudiantes maristas, ante las dificultades en el uso y las problemáticas que se presentaban con estas herramientas. Su carácter abierto y disponible, lo hacían siempre dispuesto para esas tareas, en medio de sus diversas ocupaciones. En fecha no tan lejana nos acompañó algunos días en el Cristo, instalando programas, formateando máquinas dañadas…, y compartiendo la vida. Su abrazo de despedida, abarcante, cálido, era el signo de la fraternidad vivida.
Llegó el tiempo de ofrecer parte de sus energías y liderazgo a la vida de la Provincia Marista Norandina, y allí estuvo como director de la Escuela Granja Santa Catalina (Delta Amacuro), como Consejero provincial, o animando procesos de comunidades, de formación, de espiritualidad o de pastoral juvenil y vocacional.
Javi llevaba su familia consigo. Con la emotividad a flor de piel, llevó siempre a sus padres, Ladis y Teresa, y sus hermanas y hermano, entre su pensamiento, entre sus preocupaciones a veces, pero siempre en su corazón.
Un momento crítico en su vida fue el tiempo de enfermedad de su padre Ladislao. Pidió poder acompañarlo y acompañar a su familia, en especial a su madre, Teresa, y allí pasó el tiempo necesario hasta la partida de su padre.
Durante el tiempo de estadía en Madrid, da cuenta de su talante reflexivo y creyente este texto que me compartió, escrito que hizo comentando un libro de José María Mardones, en el que señala algunos retos y propuestas para el hombre actual, a partir de la fe:
Como cristianos se nos plantean los siguientes retos para poder abordar la crisis y proponer un proyecto sanador y unificador:
• Cambiar de actitud y dialogar críticamente con la modernidad.
• Tareas de resistencia que, sin caer en espiritualismos ni en aceptación acrítica de la solución neoconservadora de volver a los valores tradicionales, lleven a una toma de postura seria y crítica y a discernir lo que el Espíritu alienta en la realidad.
• Un cristianismo animador y motivador que impulse la solidaridad hacia el hombre, especialmente el hombre en necesidad. Se trata, pues, de una visión crítica de la realidad que nos empuje en la dirección de la liberación del hombre más necesitado de ella y de un impulso creativo en orden a crear las condiciones que favorezcan la justicia, la libertad y la solidaridad.
Esta propuesta de proyecto conlleva un proceso largo y múltiple que consiste en:
• Una actitud crítica frente al funcionalismo que invade todos los ámbitos de la vida, que mercantiliza las relaciones y que ofrece el consumismo como elemento de realización. Necesitamos, pues, individuos y comunidades donde florezca la vida sencilla, con pocas cosas y escaso interés por tener más.
• Una conciencia de mutua implicación en la historia humana de la que todos somos responsables (impulsar la participación responsable).
• Una gran conciencia moral generalizada (garantizar una serie de mínimos para todos).
• Educar al hombre moderno para ver y mirar al prójimo como hermano.
A este compartir de lecturas y reflexiones, agrego otra faceta del Javi que se me hará siempre presente: es la del Javi conversador, filósofo, teólogo pastoralista, psicólogo (además de su carrera de educación-filosofía, y el Bienio de Licenciatura en Ciencias Religiosas y Catequéticas, en el Instituto Superior San Pío X, hizo estudios on line de psicología, mientras estaba destinado en Maracaibo)… En torno a la comida cotidiana compartida, en algún atardecer tranquilo, o al amparo de un licor dulce -él- o seco–nosotros-, cuando el caso se prestaba, fluían las palabras y los buenos debates, siempre con respeto, a veces con la emoción de arrojar el mejor e “invencible” argumento, frente a otros buenos argumentadores, que siempre los había… Los temas eran de lo más variados, generalmente centrados en el sentido de la vida, los procesos de humanización, las coyunturas sociopolíticas, los valores o el futuro marista, a partir de los más disímiles textos o experiencias, a los que estaba abierto y se acercaba empático. Recuerdo, a su llegada de sus estudios en Madrid cuando valoraba entusiasmado su acercamiento bíblico desde la perspectiva de la mujer -agradecido al encuentro personal con algunas mujeres biblistas. O el debate no tan remoto sobre la película Los Croods, de la que promovió su visionado en un encuentro marista, para conversar después sobre los modelos de familia presentes en ese relato, “más allá del bien y del mal” –esto lo digo yo.
Otros eran los momentos de sacar a cuento las situaciones personales: con esa gran capacidad tanto para el compartir sencillo de sus malos momentos, como para animar a los demás resaltando con empatía su valía personal y sus capacidades: realmente magnífico, tú sí sabes, qué bueno tu texto, maravillosa esa música… que, si bien, al ajeno podrían parecerle expresiones hiperbólicas –y algunas de ellas lo eran-, eran fundamentalmente palabras de reconocimiento y respeto verdadero por el otro. Así construyó Javi sus amistades. Así se hizo hermano y amigo.
Y así lo quiero recordar, hortelano yo también como este poeta Miguel, que escribió en su elegía a Ramón Sijé:
A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.
jueves, 23 de abril de 2020
Historia del Instituto marista, Historia de la Venezuela marista: tiempo de crisis.
- Historia del Instituto Marista, tomo 2, del Hermano André Lanfrey (2016).
- Historia de la Venezuela Marista, de los Hermanos Jesús Martínez Gómez, Isaac Revilla Lara y Tomás Martínez Sancho (2018).
Ante los nuevos llamados de la Iglesia, tras el Concilio y la relectura del mismo en la Conferencia Latinomericana de Obispos de Medellín, los Hermanos profundizaron su presencia entre los pobres, abriendo dos nuevas obras en Maracaibo y Machiques, además de los compromisos que se asumían desde cada uno de los colegios. El XVI Capítulo General Marista también impulsaba los deseos de renovación. Se intentaba dar respuesta a las inquietudes de los Hermanos mediante una formación cada vez más profesional y diversificada, aunque no sin tensiones y algunos malestares particulares.
El Consejo de septiembre de 1984 el H. Provincial informó detalladamente de lo tratado en le reunión de HH. Provinciales en Chosica, Perú (CLAP) y de la prioridad establecida para la vida marista en América Latina. El texto de la prioridad establecía: “Asumir como prioridad, desde nuestro ser de religioso marista y al modo de María y Champagnat, consolidar el proceso de conversión en el seguimiento de Cristo pobre y Hermano Universal, de manera que se encarne progresivamente en las provincias, a escala general, una real operatividad de la atención preferente a los niños y jóvenes pobres”.
martes, 14 de abril de 2020
Historia del Instituto Marista, historia de la Venezuela Marista
- Historia del Instituto Marista, tomo 2, del Hermano André Lanfrey (2016).
- Historia de la Venezuela Marista, de los Hermanos Jesús Martínez Gómez, Isaac Revilla Lara y Tomás Martínez Sancho (2018).















