Unos poemas de composición propia para Festivales Maristas de Venezuela (con tema dado), recitados por jóvenes de nuestras presencias maristas (Juan XXIII, Machiques y El Cristo).
No es fácil esculpir rostros de ángeles
Quiero
hablarles de un sueño:
Un
hombre que extendía la mano,
Abierta,
con sus cinco dedos.
Llegaban
miles de niños,
Tomaban
su mano, su brazo,
Y
por él, su cuerpo entero.
El
hombre desaparecía en la confusión del gesto.
Un
niño crecía,
Y
de nuevo, la misma escena repetida,
Una
y mil veces.
Luego,
su palabra.
El
hombre aquél primero,
Contaba
la historia desde el comienzo:
La Valá fue la puerta del mundo,
El
evangelio comenzaba a resonar descalzo,
Los
vecinos aplaudían y elogiaban,
Los
niños se acercaban desde todos los rincones,
Los
pobres entraban gratis a la escuela.
Nuevas
aulas, nuevos pueblos.
Doce
huérfanos atendimos ese primer año.
Con
cariño y con esfuerzo otros más fueron atendidos.
Es
más fuerte el amor
Que
todo el dolor del mundo junto,
Las
ilusiones de un hombre de Dios
No
son banderas de moda
Arriadas
e izadas mil veces.
Cuando
el mundo está por disolverse
Y
acaso Dios parece estar lejano,
Cuando
se hace más inaccesible la esperanza,
Cuando
ya suenan clarines,
Anunciando
el ocaso de las utopías,
Es
entonces el momento.
Un
niño moribundo
Señalaba
el fin del tiempo,
La
hora de la historia nueva,
Del
odre nuevo, del vino nuevo,
De
la nueva humanidad resucitada.
Entonces
como ahora no faltaron los peros:
Pero
es absurdo y sin sentido
Un
ejército de niños pobres,
Una
masa humana sin ideas ni poderes,
Es
absurdo, digo,
Que
puedan cambiar el mundo,
Renovarlo
al menos.
Quizás
si hablaras a mi conciencia
De
los niños futuros-presidentes,
De
los niños futuros-gerentes,
Futuros
políticos o empresarios,
Futuros
hombres de negocios...
Esos
si podrían cambiarlo.
Pero
no cabe en mi razón
Esa
falta de visión táctica,
Esa
estrategia tan desbaratada.
Está
loco sin ninguna duda:
Es
un problema psíquico,
Una
baja autoestima, y una neurosis galopante.
La
historia esta escrita de victorias y fracasos,
De
oposiciones y retos.
Fue
la hora de entender aquellos versos:
Si
el Señor no construye su obra,
Inútiles
son nuestros esfuerzos.
La
fuerza de los pobres
Es
fuerza del evangelio.
Pero,
bueno,
¿Recuerdan
el sueño de que hablaba?
¿Y
el hombre aquel del sueño?
Soy
yo mismo
Y
ustedes, son parte de este sueño,
Palabra
y gesto nuevos,
Escultores
del difícil reto:
Ya
sabemos,
No
es fácil esculpir rostros de ángeles...
Mas
tampoco imposible
¡¡¡Comencemos!!!
Pequeña esperanza de hacernos hermanos
No son mis sueños los del mundo transformado;
es demasiado grande,
es demasiado lejos,
es demasiado idea...
Ni sueño en los gobiernos
-democracias todos-
incorruptos, incólumes, perfectos.
Ni en los líderes del orbe,
gigantes del amor interhumano.
He visto un joven moribundo
y he sembrado en su vida
la presencia de un Dios
que tiene todavía la última palabra.
He visto niños sin escuela
en el horror de un pueblo destrozado por la guerra
y he buscado maestros
que desde Dios enseñen
a caminar en firme.
Los huérfanos y ancianos están bajo mi techo.
Cobijo y pan, y el cariño primero,
es todo cuanto tengo para ellos.
Pequeña flor es mi vida.
Violeta, pequeña flor de la esperanza.
Escondida en el último rincón de la caja de Pandora,
aún nos quedas.
Eres humana todavía.
Eres del Pueblo.
Hacernos hermanos
no es mucho lo que sueño
Hacernos pequeños -como Jesús decía-
prójimos del hombre maltratado
al borde del camino,
acabado a fuerza de miseria.
Hacernos hermanos.
Recoger los lamentos y elevarlos a Dios
en una sola voz.
Serán canto común en El
y camino liberador.
Pequeña esperanza de hacernos hermanos.
Parábola del hermano solidario
Hay
un hombre en la calle
asaltado
- herido - medio muerto
¿Quién
será su hermano?
La
verdad desnuda es ésta: yace solo.
Transitan
las gentes vagamente
y
lo ven
y
lamentan
que
en esta tierra existan desalmados
que
provoquen tales hechos.
Un
gerente de lucros y miserias
imagina
futuras sociedades
sin
estas disonancias.
Y
el doctor que olvidó su maletín
-y
allí muy bien guardado,
en doble fondo,
su
hipocrático juramento-
se
distrae a su paso
con
un par de piernas bien contorneadas
que
cruzaron por su acera.
El
policía citadino anota una rayita
que
hará de un tres un cuatro
en
alguna estadística oficial.
Y
el periodista, al verlo,
reporta
la noticia
en
la última página
del
cuerpo de sucesos.
Y
el hombre es más que un hombre...
recorre
su sangre las conciencias...
la
sangre vertida
en
las regiones infinitas
de
este pueblo...
y
en niño se transforma,
vendedor
de mil diarios,
sufridor
de mil penas...
o
en población rural,
desolada,
sin
luces ni aguas,
ni
vida ni esperanza,
ni
doliente,
en
soledad que es olvido,
y llanto y muerte,
y
¡pobre cielo!...
o
en la mujer cansada
del amor sin amor,
de
las palabras falsas
y
los dineros cortos,
y
los engaños y los rebozos,
y
las mentiras gordas
-sueños
prefabricados-,
y
los... y los... y los...
o
en el indio de estas sierras,
casi
nadie para casi todos,
casi
útil
para
algún escrito
falsamenteautoctonista,
definitivamente
sepultado en vida,
en
enfermedad, en hambre, en abandono...
Sigue
el herido herido
mientras
los hombres pasan.
Y
habrá un gesto solidario:
se
extenderá una mano abierta, palpitante,
ante
el dolor y el sufrimiento extraño.
Algún
desconocido
sin
más títulos que el hambre,
y
su trabajo a cuestas.
Quizá
un rostro femenino,
firmeza
y ternura
de
quien supo sufrir,
y
morir un poco cada día.
Correrá
los riesgos
del
señalamiento y la pregunta,
vivirá,
de hospital en hospital,
este
actual viacrucis,
atenderá
finalmente,
del
mejor modo posible,
las
heridas y los ruegos del caído.
Y
este "ser solidario"
será
espejo de otros muchos.
Surgirán
los proyectos
de
hermanos de la vida:
algunos
bajo el signo
de
la ayuda generosa,
tal
vez otros
respondiendo
al clamor
de
nuestro tiempo,
con
un tono de denuncia y profecía,
y
sencillez vital, compartida...
Serán
nuevos Champagnat.
Y
los jóvenes Montagne verán la luz,
y
seremos maristas,
aún,
y para siempre.
Marcelino: ayer, hoy, mañana
Ayer fue Jesucristo,
hombre adulto y evangelio:
evangelio de siempre, evangelio hermano,
palabra centenaria cinco veces
en esta tierra americana.
Bartolomé y Montesinos pronunciándote,
de camino en camino,
denunciando la encomienda y el patrón...
Y después Marcelino en son de Revolución:
libertad de hijos,
fraternidad e igualdad de hermanos.
Venezuela es la tierra que te acoge.
Tres violetas han nacido bajo el sol aplanador
y el viento esparce su aroma.
Un proyecto educativo,
una siembra de hombre nuevos
cultivados con firmeza y con tesón.
El suelo nos enseña de la vida.
En la tala del monte
caen los árboles a golpe de machete.
La tierra fértil se prepara con la quema
y la cosecha será abundante.
Hoy la ciudad es Miguel,
y Wilfredo con sus panas.
Miguel y sus andrajos
vocean por las calles
vendiendo Panorama, proclamando miseria.
Su hermanita, café amargo,
como amargo el sufrimiento.
Y el pequeño Manuel las empanadas.
Wilfredo y sus amigos saborean la piedra.
El mundo qué más da,
es sólo comedia o drama.
Y hoy también,
Marcelino y su evangelio
se hacen eco en nuestro pueblo,
y el futuro es llamada incontenible.
Y la historia se hace nueva,
la del pueblo solidario,
de la arepa en el budare
y después en la mesa,
partida y compartida,
como Cuerpo de Cristo,
otra vez crucificado.
¿Has mirado a la montaña?
A los ojos del hombre es recia y firme
y en sus entrañas late la vida
y también sufre.
Somos montaña con vigor de selva dentro.
Y es montaña el pueblo.
Deja crecer la vida,
el corazón de hoy será mañana.
Construyendo sueños, con corazones nuevos
¿Cómo es eso de construir sueños?
Un sueño es una nube,
y otra…
y sobre ella
otra,
Coloco una nube,
¡No!,
¡Perdón!,
no
es
eso…
Diosito tuvo un sueño.
Y puso un día / sobre otro día, y luego otro, y otro…
Fue cumplido su sueño creador.
Y nos hizo
soñadores, soñadoras.
Más tarde vino un hombre que dijo:
“Sueño una mesa grande donde quepan los pobres”.
No le dejaron alcanzar su sueño:
lo mataron guindado en un madero, entre la tierra y el
cielo.
Luther King, apóstol de los negros,
anunció su sueño de igualdad sin barreras,
y acabaron con él, en el país de las libertades…
Mas sus sueños vivieron
entre sus seguidores.
En otro sueño, el poeta Pessoa
vio a Jesucristo descender a la tierra
y hacerse niño para jugar con él,
volviendo patas arriba sus propios sueños.
Marcelino / no nos contó su sueño
Pudo haber sido así:
era tan solo un hombre
que extendía la mano,
abierta, con sus cinco dedos
Llegaban miles de niños
Tomaban su mano, su brazo, y por él, su cuerpo entero
O tal vez sería de este modo:
He visto a un joven moribundo
y he sembrado en su vida
la presencia de un Dios
que tiene todavía la última palabra.
He visto niños sin escuela
en el horror de un pueblo destrozado por la guerra
y he buscado maestros que desde Dios enseñen
a caminar en firme.
Los huérfanos y ancianos están bajo mi techo,
cobijo y pan, y el cariño primero
es todo cuanto tengo para ellos.
Soñar y construir…
Como San Marcelino nos enseñó
Hoy somos constructores de sueños / constructoras
Un bloque y luego otro, y otro…
Para armar un corazón, y luego otro, y otro…
Muchos corazones nuevos…
Y así un mundo…
sin exclusiones, fraterno,
en paz y sin miseria,
un mundo de cuidado y respeto…
según el sueño originario
de diosito creador.
¡Sigamos construyendo!
Excelentes...
ResponderEliminarEs bellisimo
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